Un mundo perfecto donde el hambre, las
enfermedades, la vejez y los problemas ambientales han sido erradicados. Todo
está planificado y sigue un patrón; las rígidas normas permiten que la sociedad
permanezca estable y sin incidentes. Arras se mantiene gracias a las tejedoras,
jóvenes que pueden manipular los hilos de los que está compuesto hasta el más
mínimo detalle de su mundo, sin sus habilidades Arras no podría seguir adelante.
Ser tejedora es un honor, son las únicas mujeres que tienen una verdadera
posición dentro de la sociedad y que ejercen una función de vital importancia
dentro de la misma.
A pesar de lo atractiva que resulta la vida estas mujeres, Adelice no está interesada en ser elegida como tejedora y tener que vivir por el resto de sus días en un coventri. Desde pequeña sus padres la adiestraron para que ocultara su don, pero durante las pruebas comete un pequeño error que traerá consecuencias funestas para ella y su familia. Adelice es llevada al coventri oeste, se adentrará en un mundo peligroso donde contará con aliados y enemigos peligrosos, en especial, deberá cuidarse del embajador de la Corporación. Muy pronto Adelice se dará cuenta que la vida en el coventri no sólo son fiestas y frivolidades, sino que también hay fuertes implicaciones políticas y jerárquicas de las que depende la estabilidad de Arras.
Las tejedoras de destinos es la primera parte de la trilogía que lleva el mismo nombre, en esta obra Gennifer Albin retoma el mito griego de las Moiras y lo presenta bajo una perspectiva distópica. En la antigüedad Cloto, Láquesis y Átropos controlaban el hilo de la vida de los mortales y, por ende, su destino: la primera hilaba la hebra de la vida, la segunda medía su longitud y la tercera lo cortaba. En Las tejedoras de destinos las chicas que son elegidas, además de controlar la vida de los hombres como las Moiras, también se encargan de otras tareas como el clima, los alimentos y transportar a una persona.
A pesar de lo atractiva que resulta la vida estas mujeres, Adelice no está interesada en ser elegida como tejedora y tener que vivir por el resto de sus días en un coventri. Desde pequeña sus padres la adiestraron para que ocultara su don, pero durante las pruebas comete un pequeño error que traerá consecuencias funestas para ella y su familia. Adelice es llevada al coventri oeste, se adentrará en un mundo peligroso donde contará con aliados y enemigos peligrosos, en especial, deberá cuidarse del embajador de la Corporación. Muy pronto Adelice se dará cuenta que la vida en el coventri no sólo son fiestas y frivolidades, sino que también hay fuertes implicaciones políticas y jerárquicas de las que depende la estabilidad de Arras.
Las tejedoras de destinos es la primera parte de la trilogía que lleva el mismo nombre, en esta obra Gennifer Albin retoma el mito griego de las Moiras y lo presenta bajo una perspectiva distópica. En la antigüedad Cloto, Láquesis y Átropos controlaban el hilo de la vida de los mortales y, por ende, su destino: la primera hilaba la hebra de la vida, la segunda medía su longitud y la tercera lo cortaba. En Las tejedoras de destinos las chicas que son elegidas, además de controlar la vida de los hombres como las Moiras, también se encargan de otras tareas como el clima, los alimentos y transportar a una persona.
Las tejedoras no pueden
contraer matrimonio ni formar una familia, pues deben sostener los estándares
de pureza que garantizan que no pierdan sus dones. Estas mujeres gozan de
privilegios, los cuales las sitúan en un lugar alto de la pirámide social, pero
sólo se trata de una ilusión. La existencia de las tejedoras está confinada al
área de los coventris, excepto cuando
se les permite salir para hacer campaña propagandística; el poder que ostentan
estas jóvenes es aparente, pues su vida está en las manos de la Corporación. Ante
la aparente inclusión e importancia que se le da al sexo femenino, la sociedad
de Arras es misógina.
Aunque la premisa de la
novela es original, la ejecución del argumento deja mucho que desear. Hay
varios puntos de contacto con otras obras del mismo género, los personajes son
planos, el triángulo amoroso no está bien desarrollado y, pese a que se brinda
mucha información sobre el mundo que plantea la autora, en realidad no hay una
profundización. Esto se debe a que el narrador en primera persona impide una
exploración más amplia; Adelice no tiende a reflexionar acerca de lo que está
aconteciendo, asuntos que merecerían más atención, junto con detalles que
podrían ser de vital importancia, son pasados de largo.
Finalmente, Las tejedoras de destinos es una novela
que leí rápido y que me entretuvo, pero que no me encantó. La historia tarda en
encontrar un ritmo y desde la mitad del libro el desenlace se vuelve predecible
–aunque he de agregar que la portada es muy bonita. De todas formas, continuaré
con la trilogía con la esperanza de que las siguientes entregas sean mejores.
¡No
olviden dejar sus comentarios! Me gustaría leer sus opiniones, si les llama la
atención, si ya la han leído, si no les gustó o, por el contrario, les ha
parecido una lectura grata, ¡cuéntenme!
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